Lectura grados 10° 01 y 02
LOS ACTOS
HUMANOS
Definición de acto humano
Son aquellos que proceden de la voluntad deliberada del hombre; es
decir, los que realiza con conocimiento y voluntad. En ellos interviene primero
el entendimiento (que conoce el objeto) y luego la voluntad (que lo busca o lo
rechaza). En estos casos el hombre es dueño y responsable de sus actos. Sólo en
los actos humanos puede darse valoración moral.
La categoría singular del hombre, que le distingue y eleva por encima de
los otros seres de la creación visible, radica en que está dotado de
inteligencia y voluntad, con libertad armonizada con la de sus semejantes, para
tomar decisiones. Las expresiones cotidianas racionales del hombre caen en el
concepto de acto humano. El pensar y el razonar son actos propios del hombre y
están sometidos a una coacción de la voluntad determinada por su conciencia
moral. Esta es el tribunal interior que juzga el bien y el mal.
No son actos
humanos
Los actos meramente naturales: los que proceden de las potencias
vegetativas y sensitivas, sobre las que el hombre no tiene control voluntario
alguno, y son comunes a los animales. Por ej. La nutrición, circulación de la
sangre, respiración. Los actos del hombre: los que proceden del hombre, pero
falta advertencia (locos, niños sin uso de razón) o la voluntariedad (por
coacción física, p. ej.) o ambas (el que duerme, p. ej.)
En la experiencia más elemental del ser humano se produce un fenómeno
que conviene señalar: sabe que obra bien o que obra mal, que sus acciones son
buenas o malas. Lo sabe porque se lo dice la conciencia, esa voz interior que
avisa: hay que hacer el bien y evitar el mal. Pero la conciencia no hace más
que traducir la convicción previa de que tenemos grabada en lo profundo una
ley, a la que debemos someternos; de modo que, si obramos de acuerdo con ella,
obramos bien; y si la contradecimos, obramos mal.
Por ser libre, el obrar humano posee una contingencia constitutiva: es
concreto, cambiante, circunstancial. Lo que hago puedo no hacerlo, o hacerlo de
otro modo. Las circunstancias no determinan totalmente mi actuar, sino que
puedo asumirlas más o menos, y de un modo u otro. Por todo ello con mis actos
puedo lograrme como persona o malograrme, superarme o degradarme; mis acciones
me desvelan o me encubren. En una palabra, son autorreferenciales, es decir,
revierten sobre el sujeto modelándolo para bien o para mal.
Otra característica del obrar humano es su singularidad: se construye
decisión a decisión, paso a paso, de tal modo que en cada acto se compromete la
persona entera; cada acto singular resume toda la vida, y la orienta o no en el
horizonte de la vocación. La conciencia moral permite darnos cuenta de los
efectos de nuestra conducta y nos inhibe o nos empuja en la realización de
nuestros actos bajo una compulsión interna que limita la libertad.
La libertad hace del hombre un sujeto moral. Cuando actúa de manera
deliberada, el hombre es responsable de sus actos. Los actos humanos, o sea,
los actos libremente realizados tras un juicio de conciencia, son moralmente
buenos o malos.
La bondad o maldad de los actos humanos depende de: el objeto elegido,
la intención o fin que se busca, y las circunstancias de la acción.
La persona humana se ordena a la bienaventuranza por medio de sus actos
deliberados; las pasiones o sentimientos que experimenta pueden disponerle o
contribuir a ello, pero en si mismas las pasiones son no buenas ni malas; sólo
reciben calificativo moral en la medida en que depende de la razón y de la
voluntad.
En el ser humano anida una serie de impulsos, tendencias, afectos y
sentimientos que se conocen como pasiones, reconocidas como fuerzas que le ha
puesto la naturaleza y que nos mueven a obrar. Esas fuerzas están desordenadas
y provocan tensión en el hombre, pero es indudable su utilidad si se logra
controlarlas.
El amor y el odio, el deseo y el temor, la alegría, la tristeza y la
ira, son las pasiones principales. Las pasiones de por sí no son buenas ni
malas, pero lo son en la medida en que dependen de la razón y de la voluntad e
impulsan a obrar el bien o el mal. Luego las pasiones son moralmente buenas
cuando contribuyen a una acción buena, y son moralmente malas si empujan a
obrar el mal. Las pasiones pueden ser asumidas en las virtudes o pervertidas en
los vicios.
El hombre es una realidad sustantiva, esto es, un sistema clausurado y
total de notas constitucionales psico-orgánicas. Una de ellas es la
inteligencia, esto es, la aprehensión de todo y de sí mismo, como realidad. El
hombre debe obrar de modo que produzcan deseos armoniosos más bien que
discordantes.
Esta inteligencia es formal constitutiva y radical ya que a través de
ella aprehende lo real sintiendo su realidad. Gracias a esta inteligencia, el
hombre se comporta con todas las cosas reales, y consigo mismo, no sólo por lo
que determinadamente son en sí mismas, sino que se comporta con todo por ser
real y en cuanto es real: vive de la realidad. Es animal de realidades. En su
virtud, el carácter de realidad del hombre es un momento determinante de su
acción: el hombre actúa realmente porque es su realidad.
Antes de plantear en que consisten la bondad o la maldad morales, y cómo
los actos que la persona ejecuta pueden convertirse en actos buenos ó malos, lo
primero que se tiene que analizar es ¿qué clase de actos puede realizar el
hombre?, ¿son todas los acciones humanas susceptibles de convertirse en
moralmente buenas o malas o solamente algunas de ellas?
La
voluntad es la facultad de controlarnos a nosotros mismos, de dominarnos a
nosotros mismos, de hacer lo que queremos, en lugar de estar obligados a
hacerlo, de modo que, como consecuencia, venimos a ser considerados como
responsables de lo que hacemos. Dos cosas principales que impedirían que
nuestros actos fueran voluntarios, son la ignorancia y la coacción puesto que
el acto voluntario es un acto conscientemente o deliberadamente querido.
Precisamente, el hombre difiere de los animales irracionales en que es
dueño de sus actos mediante su razón y voluntad, solamente estos actos de los
que el hombre es dueño son los que se designan apropiadamente como humanos,
para el estudio de la ética pueden distinguirse dos clases principales de actos
que son ejecutados por la persona: los actos humanos y los actos de un hombre.
Actos involuntarios o actos de un hombre, esto es, los que un individuo
acontece realizar, pero de los que no es dueño, que no ejecuta conscientemente
o quiere deliberadamente, y de los cuales no es tenido por responsable.
Actos voluntarios o actos humanos, esto es, aquellos que el hombre
domina, que controla conscientemente y quiere deliberadamente, y de los que es
tenido por responsable.
Es importante señalar que los actos humanos, tomados en su conjunto,
forman la conducta humana.
Ejemplos de actos involuntarios son los actos realizados durante el
sueño, la locura o durante momentos de distracción, estos actos no constituyen
conducta humana y no poseen significado ético.
El llevarse alimento a la boca en un estado de distracción de la mente
es un acto de unhombre, pero decidirse deliberadamente a comer dicho alimento
es un acto humano. Así pues, aunque es imposible tener un acto humano a menos
que esté dirigido por el intelecto y la voluntad, el acto mismo así guiado
puede ser, con todo, de una u otra clase. En otras palabras, un acto humano
puede ser de carácter físico o mental, mientras que éste sea deliberadamente
querido o no.
El acto humano es el resultado que la persona humana sabe y quiere. Su
capacidad de conocer más allá de lo sensible es tarea del intelecto, y su
capacidad de querer lo que sabe de un modo intelectual y por tanto de buscarlo
es tarea de la voluntad.
Para que el hombre actúe, ha de empezar por estar atraído por algún
bien. Cuando percibe algo como bueno, despierta en él un querer de aquello, y
si ve que aquello es no sólo bueno en sí mismo, sino también bueno para él, su
querer se convierte en deseo.
Un deseo podrá permanecer sin efecto, pero, si el individuo comprende
además lo bueno como susceptible de ser alcanzado, su percepción intelectual
mueve su voluntad hacia un acto de intención espontánea o tendencia
hacia la cosa buena, esto es, hacia un extenderse para conquistar el objeto.
Como siguiente paso dirige ahora su intelecto hacia la tarea de ponderar
las razones en favor y en contra de llevar a cabo su intención y los diversos
conjuntos de medios con cuyo auxilio podría ser aquella ejecutada. Este acto
del intelecto se designa como deliberación, cuyo resultado es el de llegar a
uno de los dos juicios prácticos: "esto debe hacerse aquí y ahora", o
"esto no debe hacerse ni aquí ni ahora".
Hasta aquí las condiciones han sido puestas ahora para tomar una
decisión, sabe ahora perfectamente lo que debe hacer y las razones de ello,
todo está dispuesto ahora para el veredicto, esto es, para el acto supremo de
expresión del ser del hombre como una persona de dirección autónoma. Acepta uno
u otro de los juicios prácticos alternativos del intelecto mediante una
decisión de su voluntad, lo que constituye su acto de compromiso.
El juicio práctico que precede inmediatamente a su decisión y expresa la
alternativa escogida es el último juicio práctico. Cada acto de la voluntad es
precedido por un acto del intelecto, siendo el más importante de estos la
deliberación.
La deliberación consiste en una serie de juicios prácticos en favor y en
contra del curso de acción contemplado. El último juicio práctico no es distinto
de la deliberación, sino que es simplemente aquel, al que la voluntad consiente
aceptándolo.
La parte más importante del proceso es el consentimiento, ya que es a
partir de éste el acto es una decisión de la cuál se es responsable, a partir
de este momento es un acto humano, un acto voluntario.
Con lo que respecta a los sentimientos y las emociones, ciertamente
desempeñan un importante papel en el proceso deliberativo, reforzando las
razones en favor o en contra, por tanto intervienen fuertemente en todo acto de
decisión; incluso en algunas personas sus vidas se deciden casi por completo en
el plano emocional, pero es necesario precisar lo siguiente, el acto humano
puede ir acompañado de emociones muy fuertes pero para que sea un acto humano,
un acto plenamente voluntario, las emociones han de estar bajo el control de la
persona.
Ahora bien, podría parecer que únicamente el acto interno de la voluntad
misma sea el acto humano, en el sentido más estricto es así, porque es en la
voluntad donde residen la elección y el consentimiento y a partir de estos el
acto adquiere su carácter específicamente humano.
La persona sabe a la vez que sabe, y sabe que quiere, en efecto, es la
unión de conocimiento y voluntad lo que hace voluntario a un acto, como
conclusión la definición del acto humano puede formularse así: definición puede
formularse así: acto voluntario es aquel que procede de la voluntad con un
conocimiento del fin.
Los actos humanos son los actos libres del hombre. Los actos libres del
hombre pueden ser actos moralmente buenos o moralmente malos, pero nunca
indiferentes. La bondad o maldad de un acto humano depende del objeto elegido,
de la intención o fin que se busca y de las circunstancias de la acción.
Para que un acto sea moralmente bueno se requiere a la vez que sea bueno
en el objeto, en el fin y en las circunstancias. Nunca, un fin bueno jamás
justificaría el uso de unos medios malos, porque el acto seria malo siempre;
por consiguiente, no está permitido hacer un mal para obtener un bien.
No, intervienen también las pasiones, que son impulsos de la
sensibilidad, y según dependan o no de la razón y de la voluntad, hay en las
pasiones bien o mal moral.
La pregunta que se sigue es la siguiente: ¿qué es lo que hace a la
voluntariedad imperfecta, reduciendo el carácter específicamente humano del
acto y haciendo menos responsable a la persona de su actuar? Son cinco los
principales modificadores de la responsabilidad de un acto humano:
Ignorancia, que afecta
el conocimiento
Pasión, que afecta
el consentimiento de la voluntad
Miedo, que opone a
la voluntad un deseo contrario
Fuerza, empleo real
de compulsión
Hábito, una
tendencia adquirida por repetición
Ignorancia
La falta de conocimiento se da en diversos grados, una persona capaz de
conocimiento podrá tener o no la obligación de tenerlo, por ejemplo un capitán
de barco o un médico no necesitan saber música o arqueología; semejante
ignorancia meramente negativa no tiene trascendencia ética.
En cuanto a la culpabilidad de la ignorancia vencible, esta dependerá de
la cantidad de esfuerzo dedicado a superarla, y la cantidad del esfuerzo que se
requiere también depende de la importancia de la cuestión y de la obligación
que se tenga de poseer dicho conocimiento.
La ignorancia vencible no destruye la responsabilidad, pero la
disminuye. La persona sabe que es ignorante y que puede obtener el
conocimiento. Dejando deliberadamente de realizar el esfuerzo suficiente
permanece en la ignorancia, pero los efectos que se siguen de su ignorancia son
voluntarios en cuanto a causa, porque son una consecuencia prevista. El caso de
un cirujano que consciente de no poseer conocimientos suficientes para una
operación difícil la lleva a cabo de todos modos y mata al paciente; aunque no
quería que el paciente muriera, es evidente que lo expuso deliberadamente a un
peligro grave e innecesario, siendo responsable, por consiguiente de la muerte.
Pasión
Se entiende como pasión un movimiento muy fuerte del apetito sensible,
los términos clásicos utilizados por diferentes autores son deseo y
concupiscencia pero parece más apropiada la palabra pasión.
Las pasiones podrán surgir espontáneamente antes de que la voluntad haya
actuado, cuando un objeto es presentado a los sentidos el apetito sensible
reacciona casi automáticamente mediante sentimientos repentinos de alegría,
enojo, odio, congoja, vergüenza, compasión, disgusto y otros por el estilo,
cuando estas emociones se experimentan muy fuertemente es lo que entendemos por
pasiones.
Un estado de pasión deliberadamente provocado o fomentado es voluntario
en sí mismo. Por consiguiente el acto que resulta de la pasión es voluntario,
ya sea en sí mismo o en su causa. Por ejemplo un individuo que cavila
intencionadamente sobre un insulto, con objeto de realizar un acto de venganza,
se sirve de la pasión como medio y de la venganza como fin, siendo tanto la
venganza como su pasión voluntarias en sí mismas.
Miedo
El miedo es la aprehensión de un mal inminente. Puede ser una emoción y
en este sentido el miedo es una de las pasiones y sigue las reglas de cómo la
voluntariedad del acto se ve influenciada por la pasión. Pero existe también el
miedo intelectual, este consiste en la comprensión de una amenaza de mal y ante
éste una respuesta de la voluntad para evitar dicho mal mediante acciones
racionalmente concebidas, esta clase de miedo puede o no estar acompañado de
algún componente emocional.
Los actos realizados bajo coacción e intimidación tienen el miedo como
motivo. Estos actos son extorsionados bajo la amenaza de males que serán
inflingidos por otra voluntad humana sin embargo los actos realizados bajo
coacción e intimidación son actos responsables, porque la persona pudo haber
resistido y aceptado las consecuencias.
Fuerza
La fuerza es el poder físico externo que hace que alguien realice algo
contra su voluntad. En el lenguaje común, el que cede a una amenaza de
violencia se dice que se vio forzado, aunque no se trate, en realidad, de
fuerza, sino de miedo y la voluntariedad de la persona ha de juzgarse de
acuerdo con las normas del miedo.
La fuerza afecta
solamente los actos externos y no el acto interno de la voluntad, en donde
radica la voluntariedad del acto humano, se puede seguir queriendo lo opuesto,
por muy violentamente que se vea forzado alguien a realizar un acto.
Hábitos
Se puede definir el hábito como una forma constante de actuar obtenida
mediante repetición del mismo acto. Una vez adquirido el hábito, los actos
resultan de él en forma espontánea y casi automática, de modo deliberación se
hace innecesaria.
Si una persona se propone adquirir un hábito deliberadamente el hábito
es voluntario en sí mismo, y los actos que de él resultan son voluntarios en sí
mismos; si es que se ejecutan con la intención de adquirir hábito, pueden ser
también voluntarios en cuanto a su causa si no son intencionados pero si
consecuencias previstas del hábito.
Se puede descubrir que se ha adquirido un hábito inintencionadamente, ya
sea porque no se tuvo conciencia de que se había ejecutado la misma acción tan
a menudo, o porque no se tuvo conciencia que determinados actos eran formadores
de hábito.
En general, Santo Tomás y los escolásticos consideran únicamente como
humanos aquellos actos libres y deliberados de la voluntad. Su punto de vista
se basa en el análisis psicológico. Un acto libre es voluntario, es decir, que
proviene de la voluntad del individuo hacia el fin buscado o, en otras
palabras, es aquel que es desarrollado por la voluntad ante la bondad que según
el entendimiento, tiene el objeto que se le presenta.
Los actos libres, además, aunque no se deseen, provienen, intrínseca o
extrínsecamente, de la propia determinación de la voluntad. Son aquellos actos
que la voluntad puede o no producir, aunque todas las condiciones del libre
albedrío estén presentes para llevarlos a cabo. Por lo tanto, son aquellos
actos hacia los cuales la voluntad no se decide ni por el objeto ni tampoco por
la disposición que tenga en ese momento el temperamento, ni tampoco por los
hábitos, sino que es determinado por las condiciones propias de sí misma
Con frecuencia se invocan las buenas intenciones para justificar una
acción objetivamente mala. Hay que notar que estas intenciones no sólo no vuelven
bueno un acto intrínsecamente malo, sino que no son la verdadera intención que
informa el acto. ¿Por qué? Porque, no es fácil discernir cuál es esta
intención, y en cualquier caso ésta no puede considerarse al margen de la
intención vocacional y de las virtudes. Cuando no se hace así, muchas veces
estas intenciones no son más que justificaciones.