miércoles, 14 de abril de 2021

ROMA


EL ORIGEN DE ROMA

 El origen de la ciudad de Roma se sitúa en torno al año 1000 antes de Cristo. Según la mitología, dicho origen tuvo lugar en el llamado Monte Palatino de manos de Rómulo y Remo, dos hermanos gemelos que habían sido criados con ayuda de una loba llamada Luperca y que fue la que les condujo hasta el Monte Palatino.

Con los años, las rivalidades de los hermanos irían creciendo al tiempo que sus ansias por controlar los territorios y que sus desavenencias, provocadas por la falta de acuerdo de la zona a elegir para la fundación de la nueva ciudad. Finalmente, la leyenda cuenta que Rómulo mató a Remo, convirtiéndose así en el primer rey de Roma, ciudad cuyo nombre se habría originado a partir de los nombres de los gemelos. O al menos esta es la versión mitológica de los orígenes de la ciudad, contados por uno de los cronistas romanos más famosos: Tito Livio.

  

  Imagen tomado de: https://www.slideshare.net/carmadruga/mapa-de-roma-antigua

 

Según los historiadores, en cambio, el origen de la ciudad de Roma sería diferente, pero ambas versiones coinciden en establecer el Monte Palatino como el principio de todo en torno al año 1000-753 a.C., ya que al parecer era una zona perfecta para defenderse bien de los enemigos. Tiempo después la colina Palatina se iría ampliando, convirtiéndose realmente en una ciudad y en el hogar de muchos ciudadanos romanos de todo tipo, destacando personajes como Marco Antonio o Cicerón.

 

LA SOCIEDAD ROMANA

Los ciudadanos romanos se dividieron en dos clases principales distintas: los plebeyos y los patricios. Los patricios eran la gente adinerada de la clase alta, y todos los demás eran considerados plebeyos. 

Ciudadanos patricios. Los patricios eran la clase dominante del Imperio Romano temprano. Solo ciertas familias formaban parte de la clase patricia y tenías que nacer así, no era algo en lo que uno pudiera convertirse. Los patricios eran solo un pequeño porcentaje de la población romana, pero tenían todo el poder. Algunas de las familias patricias más famosas son la Julia (de Julio César), la Cornelia, la Claudia, la Fabia y la Valeria.

 Ciudadanos plebeyos. Todos los demás ciudadanos de Roma eran plebeyos, que eran los agricultores, los artesanos, los obreros y los soldados de Roma. En las primeras etapas de Roma los plebeyos tenían pocos derechos y todos los cargos gubernamentales y religiosos eran ocupados por los patricios.

Los patricios hacían las leyes, eran dueños de las tierras y eran los generales sobre el ejército.

Los plebeyos, por su parte, no podían ocupar cargos públicos y ni siquiera se les permitía casarse con patricios.  Además de patricios y plebeyos en Roma existiría una tercera clase social que eran los esclavos (aunque no se consideraba una clase social ni por tanto ciudadanos). Alrededor de un tercio de las personas que vivían en Roma eran esclavos.

Cada persona era tratada de manera diferente según su riqueza, su género y su ciudadanía y grupo social. Y es que la Antigua Roma era una sociedad compleja en la que cada persona cumplía una determinada función, que era generalmente muy concreta, pues era la manera en la que la ciudad se sostenía. Por ejemplo, la mayoría de las tareas domésticas las realizaban los esclavos. 

La unidad familiar era también muy importante para los romanos, y el cabeza de familia era el padre de cada núcleo familiar, que recibía el nombre de “paterfamilias” y que tenía todo el poder en la familia de manera legal. A pesar de esto las mujeres también tenían un importante papel dentro de las familias y manejaban la economía y administraban el hogar.

Los romanos, en cuanto a costumbres y alimentación, disfrutaban de una amplia variedad de alimentos, aunque lo que comían también dependía de su nivel de riqueza o de dónde viviesen en el Imperio Romano. Se importaban alimentos desde todas las zonas del Imperio para alimentar a las grandes poblaciones de la ciudad, incluso para los pobres se tenía una asignación fija de grano. En cuanto a la bebida, lo que más disfrutaban los romanos era el vino, que llegaban a beber a diario.

 

 LA REPUBLICA Y EL IMPERIO ROMANO

La antigua Roma tuvo dos grandes períodos históricos: la República Romana, que duró desde el 509 a. C. hasta el 27 a. C. y durante ese tiempo no hubo líderes y el gobierno estaba dirigido por funcionarios electos, y el segundo período que fue el Imperio Romano, que duró desde el 27 a. C. hasta el 476 d. C., tiempo durante el cual el gobierno estuvo dirigido por la figura de un emperador.

Antes de que se fundase la República Romana la ciudad estuvo gobernada por reyes, siendo el primero Rómulo según la mitología clásica. El último rey de Roma se llamó “Tarquino el Orgulloso”, y se dice que era un rey muy cruel y violento, hasta tal punto que la ciudad se rebelaría para librarse de Tarquino y, con ayuda del senado, el pueblo romano expulsó al último rey de la ciudad formando entonces la ya citada República Romana en el 509 a. C. La República Romana duraría 500 años y fue una forma de gobierno bastante “democrático”, pues se permitía que la mayoría de los ciudadanos romanos votasen y eligiesen a los funcionarios encargados de dirigir sus asuntos y destinos.

 

Imagen tomada de: https://juegosinfantiles.bosquedefantasias.com/ciencias-sociales/historia/roma

La caída de la República Romana se iniciaría en el 59 a. C. con una alianza entre tres poderosos políticos romanos: Julio César, Pompeyo el Grande y Marco Licinio Craso. Esta alianza se conoció como el Primer Triunvirato y fueron los encargados de gobernar Roma en un comienzo tras la caída de la República hasta el año 27 a.C., cuando Octavio “Augusto” (se hizo llamar así) se convirtió en el primer emperador de Roma iniciándose el comienzo del llamado Imperio Romano, uno de los tiempos más prósperos de la Antigua Roma.

Durante el período del Imperio, Roma se expandió para ampliar sus territorios ganando cada vez más en importancia y en riqueza. El Imperio Romano sería una de las civilizaciones más grandes e influyentes de la historia y, durante ese tiempo, Roma llegó a gobernar gran parte de Europa, Asia occidental y África del Norte.

 

CURIOSIDADES Y DATOS IMPORTANTES

 ·         El poderío de Roma se reflejaría en su arte y en su arquitectura de manera continua, como por ejemplo con la construcción del Coliseo, un impresionante anfiteatro con capacidad para 50.000 espectadores en el año 80 d.C. y uno de los mejores ejemplos de la ingeniería romana.

·         Los ataques hacia Roma serían constantes, y uno de los ejemplos más destacados sería el incendio que sufriría la ciudad en el año 64 d.C. siendo Nerón el emperador. Cuenta la leyenda que el emperador Nerón vio arder la ciudad mientras tocaba una lira.

·         Mucho tiempo después, en el año 306 d.C. Constantino se convierte en el nuevo emperador. Al convertirse al cristianismo Constantino cambió el destino de una ciudad histórica que pasaría a convertirse en parte del imperio cristiano, colectivo religioso al que la propia Roma había perseguido tiempo antes.

·         Finalmente, el fin del Imperio Romano y la caída de la ciudad tendría lugar en el año 476 d.C., cuando el último emperador, Rómulo Augusto, fue derrotado por Odoacro (jefe de una tribu germánica), siendo éste el inicio de la llamada Edad Media en Europa.

 Tomado de: https://juegosinfantiles.bosquedefantasias.com/ciencias-sociales/historia/roma



jueves, 11 de febrero de 2021

SOCIALES DE SEPTIMO GRADO: ROMA; AUGE Y CAÍD - EPISODIO COMPLETO: LA GUERRA CONTRA LOS BÁRBAROS

 
Apreciados jóvenes de SEPTIMO GRADO, este video nos ayuda a entender un poco la EDAD MEDIA y como estaba constituido social, política y culturalmente, el mundo conocido. 


viernes, 5 de febrero de 2021

BIENVENIDOS ESTUDIANTES CASD JOSÉ PRUDENCIO PADILLA

 


Cordial saludo queridos(as) estudiantes, espero que se encuentren bien y llenos de entusiasmo para continuar en nuestro camino de aprendizaje. 

En este año 2021, desarrollaremos diversos temas que nos sumergirán en el maravilloso mundo del conocimiento.

domingo, 20 de septiembre de 2020

Teoría del Conocimiento

 Apreciados jóvenes de Decimo grado, este 4  periodo trabajaremos la siguiente Lectura y le desarrollaremos en contexto de un hecho histórico de lo que paso en América en 1492, que ha marcado la cosmovisión del mundo desde lo cultural, social, político y económico. 

KANT, EMANUELLE. RESPUESTA A LA PREGUNTA QUÉ ES LA ILUSTRACIÓN

Tomado de: http://www.paginasobrefilosofia.com/html/kantpre/textoIlustracion.html

La ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad de la cual él mismo es culpable. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la ilustración. La mayoría de los hombres, a pesar de que la naturaleza los ha librado desde tiempo atrás de conducción ajena (naturaliter maiorennes), permanecen con gusto bajo ella a lo largo de la vida, debido a la pereza y la cobardía. Por eso les es muy fácil a los otros erigirse en tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un pastor que reemplaza mi conciencia moral, un médico que juzga acerca de mi dieta, y así sucesivamente, no necesitaré del propio esfuerzo. Con sólo poder pagar, no tengo necesidad de pensar: otro tomará mi puesto en tan fastidiosa tarea. Como la mayoría de los hombres (y entre ellos la totalidad del bello sexo) tienen por muy peligroso el paso a la mayoría de edad, fuera de ser penoso, aquellos tutores ya se han cuidado muy amablemente de tomar sobre sí semejante superintendencia. Después de haber atontado sus reses domesticadas, de modo que estas pacíficas criaturas no osan dar un solo paso fuera de las andaderas en que están metidas, les mostraron el riesgo que las amenaza si intentan marchar solas. Lo cierto es que ese riesgo no es tan grande, pues después de algunas caídas habrían aprendido a caminar; pero los ejemplos de esos accidentes por lo común producen timidez y espanto, y alejan todo ulterior intento de rehacer semejante experiencia.

 

 

 


 

 

 


LA MAYORIA DE EDAD

Por tanto, a cada hombre individual le es difícil salir de la minoría de edad, casi convertida en naturaleza suya; inclusive, le ha cobrado afición. Por el momento es realmente incapaz de servirse del propio entendimiento, porque jamás se le deja hacer dicho ensayo. Los grillos que atan a la persistente minoría de edad están dados por reglamentos y fórmulas: instrumentos mecánicos de un uso racional, o mejor de un abuso de sus dotes naturales. Por no estar habituado a los movimientos libres, quien se desprenda de esos grillos quizá diera un inseguro salto por encima de alguna estrechísima zanja. Por eso, sólo son pocos los que, por esfuerzo del propio espíritu, logran salir de la minoría de edad y andar, sin embargo, con seguro paso.

Pero, en cambio, es posible que el público se ilustre a sí mismo, siempre que se le deje en libertad; incluso, casi es inevi­table. En efecto, siempre se encontrarán algunos hombres que piensen por sí mismos, hasta entre los tutores instituidos por la confusa masa. Ellos, después de haber rechazado el yugo de la minoría de edad, ensancharán el espíritu de una estimación racional del propio valor y de la vocación que todo hombre tiene: la de pensar por sí mismo. Notemos en particular que con anterioridad los tutores habían puesto al público bajo ese yugo, estando después obligados a some­terse al mismo. Tal cosa ocurre cuando algunos, por sí mismos incapaces de toda ilustración, los incitan a la sublevación: tan dañoso es inculcar prejuicios, ya que ellos terminan por vengarse de los que han sido sus autores o propagadores. Luego, el público puede alcanzar ilustración sólo lentamente. Quizá por una revolución sea posible producir la caída del despotismo personal o de alguna opresión interesada y ambiciosa; pero jamás se logrará por este camino la verdadera reforma del modo de pensar, sino que surgirán nuevos prejuicios que, como los antiguos, servirán de andaderas para la mayor parte de la masa, privada de pensamiento.

 

Sin embargo, para esa ilustración sólo se exige libertad y, por cierto, la más inofensiva de todas las que llevan tal nombre, a saber, la libertad de hacer un uso público de la propia razón, en cualquier dominio. Pero oigo exclamar por doquier: ¡no razones! El oficial dice: ¡no razones, adiéstrate! El financista: ¡no razones y paga! El pastor: ¡no razones, ten fe! (Un único señor dice en el mundo: ¡razonad todo lo que queráis y sobre lo que queráis, pero obedeced!) Por todos lados, pues, encontramos limitaciones de la libertad. Pero ¿cuál de ellas impide la ilustración y cuáles, por el contrario, la fomentan? He aquí mi respuesta: el uso público de la razón siempre debe ser libre, y es el único que puede producir la ilustración de los hombres. El uso privado, en cambio, ha de ser con frecuencia severamente limitado, sin que se obsta­culice de un modo particular el progreso de la ilustración.

Entiendo por uso público de la propia razón el que alguien hace de ella, en cuanto docto, y ante la totalidad del público del mundo de lectores. Llamo uso privado al empleo de la razón que se le permite al hombre dentro de un puesto civil o de una función que se le confía. Ahora bien, en muchas ocupaciones concernientes al interés de la comunidad son meramente pasivo, para que, mediante cierta unanimidad artificial, el gobierno los dirija hacia fines públicos, o al menos, para que se limite la destrucción de los mismos. Como es natural, en este caso no es permitido razonar, sino que se necesita obedecer. Pero en cuanto a esta parte de la máquina, se la considera miembro de una comunidad íntegra o, incluso, de la sociedad cosmopolita; en cuanto se la estima en su calidad de docto que, mediante escritos, se dirige a un público en sentido propio, puede razonar sobre todo, sin que por ello padezcan las ocupaciones que en parte le son asignadas en cuanto miembro pasivo. Así, por ejemplo, sería muy peligroso si un oficial, que debe obedecer al superior, se pusiera a argumentar en voz alta, estando de servicio, acerca de la conveniencia o inutilidad de la orden recibida. Tiene que obedecer.

Pero no se le puede prohibir con justicia hacer observaciones, en cuanto docto, acerca de los defectos del servicio militar y presentarlas ante el juicio del público. El ciudadano no se puede negar a pagar los impuestos que le son asignados, tanto que una censura impertinente a esa carga, en el momento que deba pagarla, puede ser castigada por escandalosa (pues podría ocasionar resistencias generales).   Pero, sin embargo, no actuará en contra del deber de un ciudadano si, como docto, manifiesta públicamente sus ideas acerca de la inconveniencia o injusticia de tales impuestos. De la misma manera, un sacerdote está obligado a enseñar a sus catecúmenos y a su comunidad según el símbolo de la Iglesia a que sirve, puesto que ha sido admitido en ella con esa condición. Pero, como docto, tiene plena libertad, y hasta la misión, de comunicar al público sus ideas —cuidadosamente examinadas y bien intencionadas— acerca de los defectos de ese símbolo; es decir, debe exponer al público las proposiciones relativas a un mejoramiento de las instituciones, referidas a la religión y a la Iglesia. En esto no hay nada que pueda provocar en él escrúpulos de conciencia. Presentará lo que enseña en virtud de su función —en tanto conductor de la Iglesia— como algo que no ha de enseñar con arbitraria liber­tad, y según sus propias opiniones, porque se ha comprometido a predicar de acuerdo con prescripciones y en nombre de una autoridad ajena. Dirá: nuestra Iglesia enseña esto o aquello, para lo cual se sirve de determinados argumentos. En tal ocasión deducirá todo lo que es útil para su comunidad de proposiciones a las que él mismo no se sometería con plena convicción; pero se ha comprometido a exponerlas, porque no es absolutamente imposible que en ellas se oculte cierta verdad que, al menos, no es en todos los casos contraria a la religión íntima. Si no creyese esto último, no podría conservar su función sin sentir los reproches de su conciencia moral, y tendría que renunciar. Luego el uso que un pre­dicador hace de su razón ante la comunidad es meramente privado, puesto que dicha comunidad sólo constituye una reunión familiar, por amplia que sea. Con respecto a la misma, el sacerdote no es libre, ni tampoco debe serlo, puesto que ejecuta una orden que le es extraña. Como docto, en cambio, que habla mediante escritos al público, propiamente dicho, es decir, al mundo, el sacerdote gozará, dentro del uso público de su razón, de una ilimitada libertad para servirse de la misma y, de ese modo, para hablar en nombre propio. En efecto, pretender que los tutores del pueblo (en cuestio­nes espirituales) sean también menores de edad, constituye un absurdo capaz de desembocar en la eternización de la insensatez.

Pero una sociedad eclesiástica tal, un sínodo semejante de la Iglesia, es decir, una classis de reverendos (como la llaman los holandeses) ¿no podría acaso comprometerse y jurar sobre algún símbolo invariable que llevaría así a una incesante y suprema tutela sobre cada uno de sus miembros y, mediante ellos, sobre el pueblo? ¿De ese modo no lograría eterni­zarse? Digo que es absolutamente imposible. Semejante contrato, que excluiría para siempre toda ulterior ilustración del género humano es, en sí mismo, sin más nulo e inexistente, aunque fuera confirmado por el poder supremo, el con­greso y los más solemnes tratados de paz. Una época no se puede obligar ni juramentar para poner a la siguiente en la condición de que le sea imposible ampliar sus conocimientos (sobre todo los muy urgentes), purificarlos de errores y, en general, promover la ilustración. Sería un crimen contra la naturaleza humana, cuya destinación originaria consiste, justamente, en ese progresar. La posteridad está plenamente justificada para rechazar aquellos decretos, aceptados de modo incompetente y criminal. La piedra de toque de todo lo que se puede decidir como ley para un pueblo yace en esta cuestión: ¿un pueblo podría imponerse a sí mismo semejante ley? Eso podría ocurrir si por así decirlo, tuviese la espe­ranza de alcanzar, en corto y determinado tiempo, una ley mejor, capaz de introducir cierta ordenación. Pero, al mismo tiempo, cada ciudadano, principalmente los sacerdotes, en calidad de doctos, debieran tener libertad de llevar sus obser­vaciones públicamente, es decir, por escrito, acerca de los defectos de la actual institución. Mientras tanto —hasta que la intelección de la cualidad de estos asuntos se hubiese extendido lo suficiente y estuviese confirmada, de tal modo que el acuerdo de su voces (aunque no la de todos) pudiera elevar ante el trono una propuesta para proteger las comunidades que se habían unido en una dirección modificada de la religión, según los conceptos propios de una comprensión más ilustrada, sin impedir que los que quieran permanecer fieles a la antigua lo hagan así— mientras tanto, pues, perduraría el orden establecido. Pero constituye algo absolutamente prohibido unirse por una constitución religiosa inconmovible, que públicamente no debe ser puesta en duda por nadie, aunque más no fuese durante lo que dura la vida de un hombre, y que aniquila y torna infecundo un período del progreso de la humanidad hacia su perfeccionamiento, tornándose, incluso, nociva para la posteridad. Un hombre, con respecto a su propia persona y por cierto tiempo, puede dilatar la adquisición de una ilustración que está obligado a poseer; pero renunciar a ella, con relación a la propia persona, y con mayor razón aún con referencia a la posteridad, significa violar y pisotear los sagrados derechos de la humanidad. Pero lo que un pueblo no puede decidir por sí mismo, menos lo podrá hacer un monarca en nombre del mismo. En efecto, su autoridad legisladora se debe a que reúne en la suya la voluntad de todo el pueblo. Si el monarca se inquieta para que cualquier verdadero o presunto perfeccionamiento se concilie con el orden civil, podrá permitir que los súbditos hagan por sí mismos lo que consideran necesario para la salvación de sus almas. Se trata de algo que no le concierne; en cambio, le importará mucho evitar que unos a los otros se impidan con violencia trabajar, con toda la capacidad de que son capaces, por la determinación y fomento de dicha salvación.

Inclusive se agravaría su majestad si se mezclase en estas cosas, sometiendo a inspección gubernamental los escritos con que los súbditos tratan de exponer sus pensamientos con pureza, salvo que lo hiciera convencido del propio y supremo dictamen intelectual —con lo cual se prestaría al reproche Caesar non est supra grammaticos— o que rebajara su poder supremo lo suficiente como para amparar dentro del Estado el despotismo clerical de algunos tiranos, ejercido sobre los restantes súbditos.

Luego, si se nos preguntara ¿vivimos ahora en una época ilustrada? responderíamos que no, pero sí en una época de ilustración. Todavía falta mucho para que la totalidad de los hombres, en su actual condición, sean capaces o estén en posición de servirse bien y con seguridad del propio entendimiento, sin acudir a extraña conducción. Sin embargo, ahora tienen el campo abierto para trabajar libremente por el logro de esa meta, y los obstáculos para una ilustración general, o para la salida de una culpable minoría de edad, son cada vez menores. Ya tenemos claros indicios de ello. Desde este punto de vista, nuestro tiempo es la época de la ilustración o “el siglo de Federico”.

Un príncipe que no encuentra indigno de sí declarar que sostiene como deber no prescribir nada a los hombres en cuestiones de religión, sino que los deja en plena libertad y que, por tanto, rechaza al altivo nombre de tolerancia, es un príncipe ilustrado, y merece que el mundo y la posteridad lo ensalce con agradecimiento. Al menos desde el gobierno, fue el primero en sacar al género humano de la minoría de edad, dejando a cada uno en libertad para que se sirva de la propia razón en todo lo que concierne a cuestiones de conciencia moral. Bajo él, dignísimos clérigos —sin perjuicio de sus deberes profesionales— pueden someter al mundo, en su calidad de doctos, libre y públicamente, los juicios y opi­niones que en ciertos puntos se apartan del símbolo aceptado. Tal libertad es aún mayor entre los que no están limitados por algún deber profesional. Este espíritu de libertad se extiende también exteriormente, alcanzando incluso los lugares en que debe luchar contra los obstáculos externos de un gobierno que equivoca sus obligaciones. Tal circunstancia constituye un claro ejemplo   para este último, pues tratándose de la libertad, no debe haber la menor preocupación por la paz exterior y la solidaridad de la comunidad. Los hombres salen gradualmente del estado de rusticidad por propio trabajo, siempre que no se trate de mantenerlos artificiosamente en esa condición.

He puesto el punto principal de la ilustración —es decir, del hecho por el cual el hombre sale de una minoría de edad de la que es culpable— en la cuestión religiosa, porque para las artes y las ciencias los que dominan no tienen ningún interés en representar el papel de tutores de sus súbditos. Además, la minoría de edad en cuestiones religiosas es la que ofrece mayor peligro: también es la más deshonrosa. Pero el modo de pensar de un jefe de Estado que favorece esa libertad llega todavía más lejos y comprende que, en lo referente a la legislación, no es peligroso permitir que los súbditos hagan un uso público de la propia razón y expongan públicamente al mundo los pensamientos relativos a una concepción más perfecta de esa legislación, la que puede incluir una franca crítica a la existente. También en esto damos un brillante ejemplo, pues ningún monarca se anticipó al que nosotros honramos.

Pero sólo alguien que por estar ilustrado no teme las sombras y, al mismo tiempo, dispone de un ejército numeroso y disciplinado, que les garantiza a los ciudadanos una paz interior, sólo él podrá decir algo que no es lícito en un Estado libre: ¡razonad tanto como queráis y sobre lo que queráis, pero obedeced! Se muestra aquí una extraña y no esperada marcha de las cosas humanas; pero si la contemplamos en la amplitud de su trayectoria, todo es en ella paradójico. Un mayor grado de libertad civil parecería ventajoso para la libertad del espíritu del pueblo y, sin embargo, le fija límites infranqueables. Un grado menor, en cambio, le procura espacio para la extensión de todos sus poderes. Una vez que la Naturaleza, bajo esta dura cáscara, ha desarrollado la semilla que cuida con extrema ternura, es decir, la inclinación y disposición al libre pensamiento, ese hecho repercute gradualmente sobre el modo de sentir del pueblo (con lo cual éste va siendo poco a poco más capaz de una libertad de obrar) y hasta en los principios de gobierno, que encuentra como provechoso tratar al hombre conforme a su dignidad, puesto que es algo más que una máquina.

sábado, 11 de julio de 2020

ONTOLOGÍA CONTEMPORÁNEA


ONTOLOGÍA CONTEMPORÁNEA
La ontología ha sufrido diversas metamorfosis en su manera de ser vista a través de la historia de la cual podemos concluir: Que la ontología contemporánea abra casi desaparecido pues se considera que la metafísica por tratar asuntos que son trascendentes y subjetivos no se puede estudiar y saber cuál es su esencia de verdad, sin embargo ser destacan autores como Heidegger, Nietzsche y Zubiri, cada cuan tratando de ver al ser como parte del razonamiento humano y como ser existente que posee una razón para existir, así sea solo ser arrojado al mundo para morir.

PARA TENER EN CUENTA
El filósofo Nietzsche nos deja como enseñanza que la moralidad de las personas que son débiles y llenas de resentimientos expresan ante la sociedad, comportamientos como conformismo y son limitados ya que según su sentimiento no dan a conocer las conductas que servirían hasta para el propio interés de la formación personal y constructiva a nivel social.
HEIDEGGER al igual que los otros filósofos quiere profundizar y fomentar de cómo el hombre es un ser. Es así como este filósofo se centran un concepto de algo fundamental como por ejemplo ver la vida como nada y es así como para que el hombre debe basarse o sostenerse dentro de un nada. Por lo tanto el ser que se ha concebido no es posible, pues se fundamenta en cosas, que a su vez está fundada en nada.
XAVIER ZUBIRI, el hombre es un animal de realidades que posee una inteligencia sentiente, su función consiste en acerca a la realidad de las cosas”1; De esta manera podemos concluir que el hombre es aquel ser considerado metafísico, ya que se encuentra inmerso a un mundo de lo real.
NIETZSHE “Para el que todo conocimiento se alcanza desde un punto de vista, del que es imposible prescindir: las características del sujeto que conoce (psicológicas, sociales, físicas, la peculiaridad personal, la misma biografía) hacen imposible superar la propia perspectiva; no podemos desprendernos de nuestra subjetividad cuando intentamos conocer la realidad”
“Nietzsche afirma la existencia de dos tipos de morales: sentido al intentar sustituir esta moral de los esclavos por la moral de los señores.”
Generalmente en la crítica de la filosofía tradicional como tal podemos decir en cierto punto que la filosofía la vemos como visión diferente, es decir con una perspectiva estructural de ver las cosas de otra manera y desde el nivel filosófico nos enseña a observar y comparar de manera contradictoria. “Sin embargo Nietzsche considero la existencia de una parte inmaterial del ser humano, superior a lo material, siendo así para el platonismo, mas importante la vida más allá de la muerte, que esta vida”.
Podemos resaltar de esta manera que por ejemplo el filósofo Sócrates mato la vida, se puede decir que hizo triunfar todo sobre la razón. En esta época cuando se tuvo el valor de criticar a la región de una forma consecuente, por lo tanto de la religión nace ese miedo y angustias en la misma necesidad del ser humano, ya que se refugiaba en una religión debido a sus mismos pecados y no eras capaz de afrontarlos de manera correcta.
“El Cristianismo ha acabado invirtiendo los valores propios de la Religión Clásica de Grecia y Roma, inventándose un mundo ideal que lleva la desvalorización del mundo terrenal” 4.
Podemos concluir que el concepto del pecado atentaba contra la vida, ya que se limitaba a la acción espontanea del ser humano. Para Nietzsche la muerte de Dios significo una crítica radical a la religión y la moral. Por tanto fue una notable liberación de un peso enorme que acomplejaba el hombre. “Es precisamente la idea de Dios la que no deja que el hombre llegue a alcanzar su naturaleza, es el impedimento que no deja que el hombre llegue a ser el Superhombre” La única manera posible y coherente de que le hombre pueda vivir, es haciendo desaparecer la figura de Dios según lo manifestado por Nietzsche. HEIDEGGER Este filosofo fue reconocido por el de los mal entendidos, porque halla la razón o simpatías por medio del nazismo, ya que consideraba que el nazismo por su oscura y poética obra que hizo, donde a partir de esta Heidegger pudo abrir un nuevo campo en la filosofía conllevando interpretaciones del mundo y del mismo hombre en el pensamiento de Heidegger sobresalió el principal problema que era el ser. “¿ El ser como algo constituido y fundamental de todo quehacer filosófico?” Heidegger propuso que los ámbitos ontológicos (ser) y lo òntico (ente) permanecían en una cierta eternidad, esto quiere decir que pretendía eliminar mediante un enrizamiento del ser durante el transcurso del tiempo. “Heidegger intenta establecer una ontología distinta, una superación de la metafísica tradicional <> de la cuestión del ser, mediante una analítica existencial: es el hombre el que se pregunta por el sentido del ser (Dasein, ser-ahí) y, por lo tanto, todo estudio de esta cuestión requiere un examen previo de lo que es el hombre, entendido no de manera genérica, sino como aquello que abre la visión del ser y a través del cual se deja oír su voz” 7

ACTIVIDAD # 4 (trabajo final)
El estudiante de forma individual o grupal (4 integrantes máximo) presenta la elaboración de un JUEGO O APLICACIÓN (APP) como una  propuesta innovadora, donde se potencialice la creatividad y el pensamiento de los estudiantes, como una forma de construir conocimiento y ampliar su experiencia de aprendizaje en la asignatura filosofía,

Los temas a desarrollar pueden ser cualquiera de los trabajados en los periodos anteriores (1-2-3 periodo).